Lograr que los rincones más escondidos de las ciudades sean una fuente de belleza y de calma dentro de las ciudades que son pequeños monstruos que se dedican a buscar rincones para convertirlos en maleza escondida, es una de las tareas del urbanismo amable. Todas las ciudades tienen sus calles oscuras, sus rincones escondidos y casi peligrosos. New York sería el ejemplo más sencillo donde junto a grandes avenidas para turistas hay calles sucias llenas de fábricas o almacenes donde muy pocas personas de fuera de la Gran Manzana pasean.
Este rincón es la zona trasera del “puro” de Barcelona, la famosa Torre Agbar que con sus 145 metros es el edificio más alto de la Ciudad Condal. Es una zona apartada de las calles principales que rodean al edificio, y podría —si no se hubiera cuidado y diseñado para la calma urbana— haberse convertido en un clásico rincón de servicios, lleno de suciedad e incluso de miedos. El diseño urbano debe cuidar precisamente estos rincones con la misma atención que el diseño de las postales urbanas.