Seguridad pasiva en las ciudades

Poco a poco vamos dándonos cuenta que la seguridad en las ciudades se puede cuidar y ampliar, que no es cuestión sólo de las personas “malas” sino de las incapacidades para entender el problema. Crear la inseguridad es una aptitud de ciertas personas que se ve ampliada o no, según las realidades que se encuentran en sus andadas. Y algunos estudios demuestran que esas inseguridades se dan en ciertas ciudades, casi exclusivamente en algunas calles, en ciertos ambientes, en algunos momentos clave, con unas circunstancias determinadas. 

Es decir, podemos prever dónde se pueden producir esas inseguridades con un porcentaje mucho mayor, y por consiguiente podemos y debemos actuar para evitarlo.

Los violentos, los delincuentes, trabajan exclusivamente en ciertos ambientes ciudadanos. Ojo, no hablo de los ambientes que ellos habitan, hablo de los ambientes que ellos necesitan encontrar para ser elegidos como objetivos y que suelen estar bastante alejados de sus zonas de residencia. 

Esos puntos calientes son aquellos donde no existe una seguridad pasiva, esa seguridad que ofrece la sociedad sin darse cuenta a costa de tener comercios abiertos, luces e iluminación suficiente, cámaras de vigilancia, avenidas por donde van coches o transporte público, etc.

La seguridad pasiva es el primer paso para la prevención pasiva de los delitos. Si ponemos problemas a la actividad delictiva, de cualquier tipo, esa baja. No evitamos que haya delincuentes, evitamos que estos trabajen mucho o lo que lo hagan con mucho más cuidado y por consiguiente, menos. Sea el delito del tipo que sea.

Las paradas aleatorios de los autobuses urbanos de noche es un buen ejemplo de seguridad pasiva. Además de poderse bajar una persona en cualquier punto aleatorio del recorrido, hace que los posibles delincuentes no sepan qué tramos pueden ser más o menos seguros para sus fechorías. No es lo mismo un autobús que pasa rápido por una calle que un autobús que se puede parar en cualquier lugar de ese recorrido. La seguridad pasiva en este caso va mucho más que como apoyo a los viajeros que se pueden bajar donde lo necesiten.

Otro elemento de seguridad pasiva es la visibilidad. Mamparas de cristal irrompible en algunos cruces, espejos estratégicos, cristales transparentes en algunas esquinas que permitan ver la vuelta, etc. ayudan a esa seguridad pasiva. También las esquinas con aceras más anchas y sin coches aparcados, diseñar aceras de uso principal y preferente, caminos seguros en parques o zonas verdes, etc. Los lugares donde se colocan las paradas del bus, las zonas de perros, las de juegos infantiles, mobiliario urbano o incluso llamadores de policía, deben estar planificados para que sirvan en esa sensación de seguridad pasiva a través del diseño urbano.

La culpa no es de los indios. Sino de los vaqueros

El ser humano a poco que le dejemos es capaz de la degradación de su entorno más asquerosa posible. Por eso necesitamos leyes y normas de convivencia que nos marquen objetivos y nos impidan comportarnos como salvajes. Es duro admitirlo, pero los ejemplos están para observarlos y aprender de ellos. Esta imagen es del río Yamuna, un afluente del Ganges, en la India. Podemos pensar lo que creamos conveniente para entender la imagen. La realidad es que las personas de su entorno poco a poco lo van degradando hasta estos límites increíbles. La verdad es que hasta llegar a Delhi es un río entre bueno y normal, pero en cuanto atraviesa la capital se convierte en una cloaca.

Es cierto que no hay sistemas de control de las aguas residuales en una capital de casi 20 millones de personas, convirtiendo al río en un colector de aguas negras y muy peligrosas. Pero también es verdad que las empresas vierten sus residuos sin ningún control y que los campos de la agricultura cercana van añadiendo al río todo tipo de químicos. Siempre son personas que deciden equivocadamente acciones que les deberían costar dinero, a cambio de la salud de las otras personas.

No viven animales a su alrededor, ni peces en su interior como es lógico, ni tampoco plantas en las orillas. No se trata de limpiar el río, es imposible, se trata de evitar que las viviendas crezcan sin sistemas de tratamiento fecal, se trata de controlar a las empresas aunque así dejen de ser tan rentables para unos dueños que nunca sabemos donde viven. 

Podemos pensar que los que no quieren evitar estos desmanes son habitantes de estos mismos lugares, y nos estamos equivocando. Los que quieren ganar más ahorrando en sistemas de limpieza suelen viven con wc de muy alta calidad a miles de kilómetros de distancia de allí.

Por qué se caen los árboles en Zaragoza?

Esta imagen es parte de la Zaragoza caída, de esa Zaragoza que lleva años viendo como sus árboles se caen a poco que haga aire. Es curioso porque a Zaragoza se la conoce por la capital del Cierzo, pero ahora parece que la culpa de estas caídas sea del viento exclusivamente. La semana pasada, diez minutos de vendaval lograron tumbar más de 300 árboles, casi todos ellos de muchos años de vida. Y una ciudad no se puede permitir esta pérdida en sus parques urbanos o en sus calles, sin preguntarse el motivo.

No se plantaron bien en su momento, pues lo hicieron a poca profundidad

No se eligieron el tipo de árbol mejor para una ciudad o un parque, que no tiene un subsuelo idóneo sobre el que asentar sus raíces

No se está empleando un sistema de riego correcto, pues es muy superficial y hace que las raíces estén muy cerca de la superficie

La poda de estos árboles es tremendamente horrorosa permitiendo una enorme altura lo que hace que el viento los logre tumbar con facilidad

No se planificó bien el diseño de los parques, pensando en que somos una ciudad con un viento racheado alto

Son defectos que vienen de atrás, pero que algunos como las podas se vienen reclamando cambios desde hace más de una décadas, sin ningún resultado. Creíamos que en Zaragoza había buenos técnicos en jardinería gobernando las zonas verdes, pero simplemente nos equivocamos, a costa de perder un gran número de árboles que llevaban muchas décadas con nosotros.

Patinetes eléctricos o bicicletas? Ventajas y reflexiones

En las ciudades grandes ya se empiezan a ver con más normalidad los patinetes eléctricos, que incluso están vendiéndose más que las bicicletas eléctricas. Sin duda son un buen elemento de transporte personal, sencillo de manejar y sobre todo muy sencillo de guardar en casa o en la oficina. Más sencillo y fácil que una bicicleta por su tamaño.

Los que conocemos ciudades europeas tipo Amsterdam, que sería el ejemplo máximo del uso de la bicicleta como medio de transporte, sabemos que la saturación de la bicicleta obliga a buscar soluciones. No es posible aparcar las bicicletas, es muy complicado ser peatón en Amsterdam e incluso ya es un problema para subir al resto de medios de transporte urbano.

Las bicicletas tienen un problema añadido. El robo incluso en ciudades europeas de uso masivo, es alto pues hay que dejarlas en la calle aparcadas, cuando se cogen otros medios de transporte público. Un patinete eléctrico cuesta de precio muy parecido a una bicicleta, pero ocupa mucho menos espacio y es más fácil de plegar y guardar. Desde 400 a 1.400 euros puedes comprar uno, y aunque necesita un aprendizaje, este es sencillo, aunque no siempre es válido para todas las edades.

No en todas las ciudades está bien regulado, pues algunos piensan que es un sistema más peatonal que la bicicleta y que puede ir por las aceras. Pero su crecimiento es muy alto y es cuestión de meses el que lo veamos crecer todavía más, entre los jóvenes y las personas de mediana edad.

Cambios comerciales en los barrios

Los espacios comerciales de nuestros barrios están cambiando, algo lógico, pero en todo proceso de cambio hay que estar atento pues los deseos de beneficiarse de las personas con sus negocios son infinitos. Ya casi no existen nuevos comercios tradicionales en los barrios, ya es cada día más complicado que personas independientes emprendan negocios en los barrios, por la saturación y por los cambios de modos comerciales de los propios vecinos, que han perdido la costumbre de comprar cerca de sus casas.

Cierran servicios en los barrios por falta de rentabilidad, de la que son culpables en gran medida los propios vecinos
. Pero también es cierto que las franquicias están muy atentas a cubrir huecos que van quedando. Y no me refiero a franquicias muy conocidas por todos, como las de comida rápida, que siendo las que enseguida se nos vienen a la mente, no son ni mucho menos las más perjudiciales para nuestros barrios.

Ya es normal en nuestras calles de barrios ver tiendas de compro y vendo oro o empeños. Y lo es también observar nuevas casas de préstamos rápidos, o casas de apuestas con o sin servicio de bebidas. Locales que no son necesarios en nuestros barrios, que no son servicios de vecindad. Pero que crecen como setas.

De todos nosotros dependen que sean negocio o no, y que por consiguiente crezcan o se agosten.

Nota.: La viñeta de Manel en eldiario.es refleja muy bien la nueva realidad en los barrios, con sus buitres rodeando a los vecinos.

La despoblación es un problema o un reto de adaptación?

Las ciudades son responsables del 70% de las emisiones de dióxido de carbono y generan el 80% del PIB global, por citar dos datos representativos del poder económico de las ciudades, y en el año 2050 se considera que vivirán en ellas el 70% de la población mundial. Es un efecto imparable, los ciudadanos se van de las zonas rurales a las ciudades, sea a las más cercanas a su núcleo de origen o a ciudades alejadas. Casi nunca se emigra hacia pequeñas zonas rurales, sino a ciudades, en la mayoría de los casos a grandes ciudades.

A la hora de entender el fenómeno de la despoblación y sus posibles soluciones, hay que asumir la inevitable de este fenómeno social de movimientos imparables, pues en las ciudades se encuentra en mayor medida la tecnología al servicio de las personas, los servicios más amplios y novedosos, la cultura y la formación, y por ello muchas más posibilidades de crecer económicamente. 

Las zonas rurales se irán transformando en zonas privilegiadas para “vivir bien” o lo que es lo mismo, para vivir de forma más natural. Si entendemos esto, seremos capaces de buscar soluciones diferentes a la despoblación. El habitante de la España rural de hoy es totalmente distinto al que teníamos en los años 60. Y lo será del que tendremos en el 2050.

Fuera de Europa las grandes ciudades crecen de forma indiscriminada, mientras que aquí se ha sabido mantener un ritmo controlado de crecimiento y sobre todo de ordenación urbana. Europa ha sabido mantener los servicios públicos en las ciudades con menos desigualdades entre los vecinos, un crecimiento arropado para poder ofrecer un servicio de transporte público capaz y útil, una ordenación planificada que permite optimizar costes de estos servicios municipales.

El tamaño de las ciudades europeas siguen siendo pequeño y en pocos casos supera los 5 millones de habitantes, algo que en otras zonas del planeta es mucho más lógico y fácil de observar descontroladamente. En Europa se expanden o crecen más número de ciudades y entre todas ellas —que además están a distancias más cercanas— se reparten el crecimiento poblacional.

A su vez nunca logramos un diagnóstico claro sobre qué consideramos pequeña localidad. Lo que para un país una pequeña localidad puede ser la que tiene 50 vecinos pero con capacidad propia de decisión política, para otro país eso es un simple núcleo de trabajo, servicios o industrial de 50 ciudadanos que dependen administrativamente de una ciudad no muy lejana. Las distancias son las que marcan el sistema de administración de las localidades. No el número de habitantes de cada núcleo.

Las zonas rurales son los graneros del planeta pero ya no se necesita estar asentado vitalmente en ellas, sino que son enormes zonas de trabajo donde con mucha más facilidad que antes se acude a trabajar y se vuelve a la gran ciudad a vivir el día a día. La despoblación de las zonas rurales no es un problema real en muchas zonas del planeta pues ya no existen personas viviendo, sino trabajando unas decenas de horas a la semana.

Nadie reclama servicios para esas zonas semi vacías, que no sean tener buenas comunicaciones con las grandes ciudades. Un núcleo rural de 50 habitantes a 100 km de una gran ciudad de diez millones de personas no se considera ya un problema social, sino un lugar elegido por muy diversos motivos para vivir alejado del mundanal espacio mal ordenado de las grandes ciudades.

Todas estas líneas no son una visión de futuro, simplemente es la realidad de algunas zonas del este planeta que además se contagian o se exportan hacia Europa, por efecto de los movimientos más rápidos entre espacios y por la conversión de las ciudades en zonas con servicios que son imposibles de repetir en localidades pequeñas. La despoblación dejará de ser un problema para la administración cuando entendamos que hay que gestionar territorios amplios y no personas diseminadas. 

Las personas se gestionarán ellas solas pues ya saben encontrar soluciones a sus problemas. Y los recursos públicos serán dedicados a sistemas de ayuda y apoyo que realmente sean eficaces para el territorio.
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Prohibición imposible en la Ibiza más libre

En el urbanismo más tonto te puedes encontrar con carteles que son un ataque al sentido común. Pero es inevitable. alguien debió pensar en algún momento que el texto era correcto. Y hay que asumir y obedecer. ¿Pero se puede obedecer este cartel? Está en una plaza de una pequeña localidad de la isla de Ibiza y dice claramente “Prohibido realizar actividades sin autorización”.

¿Y respirar? ¿Y hablar con tu acompañante? ¿Y hacer fotos?¿Y sentarte en uno de los bancos de la plaza a tomarte un bocadillo? Si no estás autorizado NOOOOO. No se puede. Demasiado genérico el cartel, tanto, que mucho me estoy temiendo que al hacer la foto me salté alguna norma del ayuntamiento. Mecachis la.

Fuera de nuestros barrios los negocios del juego


Cada vez más los vecinos de los barrios están tomando conciencia de que algunos servicios comerciales no son los mejores para sus barrios. Hay libertad comercial, pero también hay libertad de expresión. Y no tiene sentido que en un barrio de toda la vida se monten locales de apuestas y máquinas de juego, aunque tengan libertad para ello. Así que las pintadas en las paredes salen como flores o como gritos. Lo curioso es que es negocio, es decir, somos tan tontos que caemos en la trampa.

Desplazarte acompañado. Más seguridad

En estos tiempos de redes sociales pero a la vez de aislamiento y de soledad por nuestra forma de vida y por el sistema de ciudades que nos hemos ido creando, ha nacido alguna aplicación para los teléfonos móviles que nos ayudan a desplazarnos hasta el trabajo o los colegios, acompañados por otras personas para que los recorridos sean más atractivos, pero sobre todo más seguros. O incluso se pueden emplear para simplemente pasear por pasear en parques, zonas verdes, etc. y con más seguridad. 

Todas las citas quedan reflejadas en la propia aplicación, para controlar de forma seguro que nadie engaña a nadie.

En Francia donde ha nacido una de las redes sociales copeatonales más potente ya se está empleando por unas 80.000 personas. El sistema es muy sencillo. Se ofrecen tus datos a la red social con una foto, como en todas las redes sociales, y el recorrido que realizas todos los días (o de forma esporádica) con su hora. Si existen personas que hagan el mismo o parecido recorrido, se pondrán en contacto entre ellas y a partir de ese momento se hará el viaje o paseo acompañados.

Se logra que el trayecto sea más simpático, entretenido, seguro y si además de ser un recorrido peatonal es en coche, más barato y cómodo. Hay más relaciones con personas, la soledad ya no es un problema añadido al rutinario viaje diario, se comparten experiencias y diálogo y se logra una sensación de más utilidad en esos tiempos que a veces consideramos muertos.

Existen también personas que se ofrecen a acompañarnos en nuestros trayectos por un precio, lo que sirve para tener un servicio añadido que te ofrece seguridad y entretenimiento. Pero efectivamente, esto es solo para personas con un poder adquisitivo alto.

La Avenida Cataluña, un ejemplo casi único

Conozco bien la Avenida de Cataluña de Zaragoza, un barrio dentro de un barrio por el que nadie daba un duro social hace una década y que hoy parece ver las luces encendidas. Un barrio problemático por su decadencia urbana, una Carretera Nacional en el centro de Zaragoza, con un urbanismo discontinuo y que curiosamente no ha sufrido (de momento) lo que todos los libros de sociología urbana hubieran marcada como inevitable. ¿Y gracias a quien? Pues curiosamente gracias a muy pocas personas, que sin saberlo bien, han logrado revertir lo que parecía de libro de la especulación más simple. Y a un mal control de los tempos de los que siempre juegan a manipular el urbanismo para sacar sus beneficios, y que NUNCA son los políticos.

Algunos pensarán que estoy loco si digo que la Avenida de Cataluña de Zaragoza estuvo a punto de convertirse hace una década en el Bronx aragonés. Pero jugaron con unos tiempos un poco adelantados (yo no creo en las casualidades), y no tuvieron en cuenta ni la discontinuidad urbana que no creaba un problema grave y rápido, ni la urgente reacción de los responsables políticos municipales para resolver los indicios de peligro grave.

Curiosamente en toda zona urbana que decae, se logra abaratar tremendamente los valores de los espacios, también logran (sin querer queriendo) que estos se vacíen y se puedan comprar a bajo precio, para alisarlos y prepararlos para volverlos a vender por mucho más precio. Molestan las personas y por ello nada como dotarlos de malos servicios, llenar las zonas de otras personas problemáticas allí trasladadas para joder, vaciar y abaratar la zona, destrozar el clima social, etc. Y todo esto se inició hace una década en esta zona, sin contar con unos factores que lo impidieron…, de momento.

Esto no se logró en su totalidad en la Avenida Cataluña de Zaragoza, porque ayudó la crisis y sin duda el trabajo de una persona muy concreta 
(un vecino) , que supo gestionar muy bien la situación desde numerosos despachos, dando esperanzas a los residentes de siempre y logrando así que estos no escaparan, tuvieran paciencia. 

También ayudó y mucho el rápido diagnóstico municipal (por comparación con otras ciudades) de lo que estaba sucediendo en esta zona de Zaragoza. Pero todavía no todo está logrado.

Normalmente cuando un barrio tiene serias carencias de servicios y de calidad (y se quiere hacer negocios urbanos manipuladores), son primero los propios habitantes los que se quejan amargamente
en una fase de unión vecinal sin líderes claros, para a continuación soportar la manipulación urbana casi silenciosa y con ello poco a poco el desencanto personal y de futuro, el abandono después de los vecinos más activos y con mejores posibilidades de escapar, para finalmente entrar en la fase del recambio vecinal con personas que son trasladadas hasta allí para aumentar los problemas.

El barrio al que se desea manipular para hacer negocios de laboratorio urbano, y que es ya una zona con carencias de servicio, se convierte con diversas actuaciones que parecen casuales en un barrio complicado, un clásico gueto de difícil solución social. Y es entonces cuando van entrando las excavadoras para arrasar tras comprar barato. Y después las mismas máquinas para edificar zonas de muy alto precio con diseños modernos y viviendas para una clase social totalmente diferente a los primeros vecinos. Si quedan algunos vecinos antiguos, los precios del comercio en el nuevo barrio los van expulsando poco a poco.

El caramelo de la Avenida Cataluña era extraordinario. Y los vecinos que se quejaban de los malos servicios podrían haberse convertidos sin darse cuenta en los primeros soldados a favor de los manipuladores…, pero supieron trabajar muy bien. 

Es un ejercicio clásico de grandes negocios inmobiliarios que se reproduce en numerosas ciudades europeas y americanas. 

La Avenida Cataluña es una zona céntrica, muy amplia, muy bien comunicada, con muchas posibilidades de ampliación con la ordenación urbana de un polígono industrial a su vera si fuera necesario, lo que podría haber logrado más de 100.000 nuevos habitantes compactos, en el lugar donde ahora no hay más de muy pocos miles de vecinos y muy diseminados. Un negocio tremendo. Pero el Ayuntamiento supo pararlo sin casi decirlo. O mejor dicho, desde el Ayuntamiento junto a unos muy pocos vecinos supieron pararlos sin casi decirlo.

Hoy, otro partido político (ZeC) ajeno a los dos (PSOE y CHA) que supieron entender el problema de la Avenida Cataluña, ha continuado con las soluciones. No son perfectas, es imposible. No son completas y habrá que seguir muy atentos, pues los millones de euros son un enorme caramelo que arrasa con casi todo. Pero se ha logrado algo que no suele venir en los libros: que un barrio destrozado se dignifique sin que antes tengan que salir los vecinos de siempre.

Lo repito por si hay dudas. Se ha logrado que la Avenida de Cataluña se esté dignificando sin tener que expulsar antes a los vecinos de toda la vida, lo que sin duda es un éxito de muchos, pues lo habitual en otros casos similares es que los vecinos que empiezan las luchas vecinales por dignificar los barrios maltratados, nunca estén viviendo allí cuando al final se logran los objetivos de calidad. Antes han tenido que huir.

Los efectos negativos del turismo en las ciudades

Terminaré hablando del Barrio Chino de New York, pero antes debo centrar el tema del turismo manipulador. Y es que ya nos estamos preguntando cómo afecta el turismo a nuestras ciudades, para respondernos que además de su impacto positivo en las economías, tienen dentro un gran impacto negativo de transformación de nuestras ciudades, por elementos ajenos a la realidad urbana y sobre todo a las necesidades de sus habitantes.

El turista tienen unas necesidades muy diferentes a las de los habitantes fijos de las ciudades. Y curiosamente los centros de las grandes ciudades se están adaptando a este fenómeno muy creciente, desplazando a los vecinos tradicionales. Esto convierte en Parques Temáticos a las zonas que se visita desde el turismo dentro de las ciudades con nombre turístico. Es decir, falsea de algún modo la realidad de estas urbes. El turista cree estar visitando una ciudad “de verdad” pero en realidad está visitando una ciudad adaptada a ellos mismos, donde ya se han suprimido elementos clásicos de “la ciudad” y se han cambiado por formas, colores, ritmos, comercios o servicios que son comunes en cientos de ciudades repartidas por todo el mundo.

El turismo produce en las ciudades una dependencia económica clara, al pivotar en exceso y en algunas zonas muy concretas de la ciudad sobre las economías que traen los turistas. Todo se forma a su alrededor. los comercios se cambian a costa de una subida brutal de los alquileres hasta convertir las calles clásicas y famosas de las ciudades en lugares comunes a todo el mundo. No sabes si están en Asia, África o Europa. Todos los colores de la decoración y los logotipos de las paredes son iguales. Se desplazan a los habitantes clásicos y se cambian por modelos de calle similar al diseño del momento.

A su vez y tras desplazar a los habitantes de siempre hacia zonas pobres o hacia zonas de nuevos pobres, estas no se adaptan o están preparadas para asumir estos cambios, lo que producen cambios urbanos y sociales que se alejan de los centros dedicados a los turistas.

En las calles turísticas se destruyen comercios y servicios y se llegan a crear zonas donde las leyes locales no se cumplen, donde los cambios sociales de uso de los espacios extrañan incluso a los habitantes fijos y de siempre. Un turista es una persona que está entre uno y cinco días en un mismo lugar. Eso marca su actividad. Y que no conoce ni las leyes locales ni mucho menos las costumbres del lugar.

Pero el turismo también acaba con los espacios públicos simples. Los ciudadanos vecinos fijos de las urbes necesitan unos espacios públicos muy distintos a los que reclaman los turistas con sus gastos. Los primeros quieren pequeñas plazas y espacios de convivencia o cultura que sean pequeños y sencillos a la vez que baratos y útiles. El turismo reclama grandes espacios y muy caros, sin importarles mucho el precio de la inversión ni el de la entrada. El vecino prefiere una plaza a un parque lleno de fuentes. Un espacio deportivo de calle a un gran estadio. Un Centro Cultural o biblioteca antes que un Gran Museo. Un salón público antes que un gran palacio moderno. Los vecinos necesitan un sistema de transportes públicos hacia toda la ciudad y barato, mientras que un turista necesita una red de transporte público hacia lugares muy concretos sin importarle el precio.

El turismo es una actividad que necesita regulación, control ajeno a sus beneficios en el corto plazo, y no caer en la trampa de homogeneizar todas las ciudades a unos modelos iguales, idénticos, presionados por las empresas privadas. Este modelo de ciudad idéntica no sirve en el medio plazo, pues cansa al propio turista, que cada vez más, reclama ciudades “verdaderas”.

El ejemplo del Barrio Chino de New York es el más clásico y contundente que conozco. Hay dos barrios chinos. Uno pequeño lleno de turistas, totalmente falso y artificial. Y otro barrio chino muy cerca del anterior pero difícil de encontrar y muchísimo más grande, no visitado por turistas, lleno de servicios para la comunidad oriental de New York. No se parecen en nada. Pero todos los sistemas turísticos llevan a los visitantes al primero de los Barrios Chinos, al que viene en los libros, para no modificar la realidad del segundo que es donde viven los ciudadanos. De esta forma han logrado salvar el auténtico barrio oriental sin que haya que llamarlo Barrio Chino.

Se necesitan más inversiones privadas en espacios públicos

Nos preguntamos el otro día “¿De quién son las ciudades”, y sin poder encontrar una respuesta positiva, ahora mismo volvemos sobre el tema para preguntarnos qué espacio real tienen las ciudades para poder crecer de forma controlada y pública. La respuesta es que casi ninguna. Los espacios céntricos están muy ocupados, son propiedades muy caras y están en manos de Grupos de Presión que son los que en realidad mandan sobre las ciudades. Y es igual si hablamos de locales, garajes, viviendas, oficinas o incluso empresas que inciden sobre estos espacios. Incluso ofreciendo y controlando las empresas de servicios que tendremos que seguir pagando entre todos.

Hoy la ciudad es un negocio más, una serie de espacios agrupados y juntos donde algunos controladores de las economías quieren hacer negocios para obtener beneficios privados. Y eso supone por su parte aprender a incidir, a espaciar, a llevar gente a los espacios, a mover servicios y a instalarlos en los lugares a donde llevan antes a la gente. 


Un trabajo que muchas veces no es controlado desde los ayuntamientos, que siempre creen que la influencia privada es buena para las ciudades. Y siéndolo, no debería ser una actividad con tan poco control. Se da el caso de crear un Gran Centro Comercial en las afueras de una ciudad y exigir al Ayuntamiento que se ponga servicio público de transporte de viajeros.

Es curioso y permitido, que las grandes empresas hagan enormes negocios levantando grandes edificios de diversa rentabilidad, y no se les exige mucho más, para que sus alrededores tengan unas inversiones privadas en espacios públicos que garantice la amabilidad urbana, el servicio común.

Los permisos urbanos garantizan una pequeñas reversiones a los Ayuntamientos, pero nada más. Se acogen los inversores a las leyes urbanas de cada momento, pero no se les obliga a crear y mantener espacios de su entorno. Sean zonas verdes, espacios públicos para la cultura o el deporte, locales para la participación, etc. Lugares comunes que deberían ser parte de la inversión empresarial que se realiza dentro de la ciudad para hacer negocios con el urbanismo.

Es mucho más normal que se creen de forma aleatoria espacios de uso común en descampados que rodean los barrios, impulsados desde los vecinos, y que al poco tiempo se quieran convertir en espacios públicos impulsados desde los Ayuntamientos, exigidos por los vecinos. Pero lo curioso es que en medio de estos tiempos de lucha vecinal por mejorar sus entornos, grandes constructoras edifican barrios enteros, diseñan zonas urbanas, publicitan incluso los servicios que van a realizar los Ayuntamientos tras la presión vecinal, pero no participan con sus beneficios en su construcción y mucho menos en su mantenimiento.

Cuanto más grande y rentable sea un gran edificio de diseño moderno, más presión vecinal recibirán los ayuntamientos para que edifiquen espacios públicos acorde a los edificios de diseño construidos a su alrededor. Nunca sabemos si son movimientos libres, impulsados libremente por los vecinos y acordes a su inversión personal o incluso movimientos manipulados por los dueños de los terrenos vacíos de su alrededor.

Los espacios comunes alrededor de esas grandes inversiones privadas, son espacios públicos, pero se deberían construir con exigencias de participación en su mantenimiento o construcción, a las empresas privadas que hacen su negocio al presentar esos espacios como parte de la calidad de la zona, del entorno.

Contenedores de cristal. Cristal transparente y de color

En España estamos intentando introducir en nuestras ciudades los contenedores marrones, los de materia orgánica. Pero no acabará en estos nuestros trabajos inevitables de reciclar y separar las basuras desde el origen. En algunos países de Europa ya hay dos contenedores de vidrio. Uno para cristales blancos y trasparentes y otro para cristales de color.

Y los avisos son muy claros. Solo se pueden depositar los cristales, nada de taponen ni nada alrededor de la boca de la botella o el frasco. No hacerlo así es punible. Y si el contenedor está lleno, no lo deje en el suelo, lléveselo a otro contenedor. Efectivamente, se multa si no se hacen caso a las advertencias. Debemos ir acostumbrándonos a la sostenibilidad por el consumo excesivo.

Escultura urbana en Lovaina, Bélgica

Esta pequeña escultura en una zona verde junto a un paseo en la ciudad de Lovaina en Bélgica está creada por Willy Ceysens, que la tituló “Con cinco en un sofá”. Su única función es convertir en más agradable la zona. No se pretende nada más. 

El urbanismo amable en el que te puedes encontrar con elementos sorpresa que te resulten familiares si eres vecino de la zona. Arte en el urbanismo, para embellecer las ciudades.

Patio interior en Bélgica. Calma, verde, arte

Cada sociedad o cada zona del mundo, tiene sus propios diseños de patios interiores. Esas zonas de entrada, que ya no son calle, que ya son zonas privadas, y que representan el paso intermedio entre “la calle” y “el interior”, sea hacia zonas de viviendas o hacia lugares de trabajo. Hay sociedades en las que estos patios no existen abiertos a la calle, y son más bien patios (ya) interiores desde donde se distribuyen las habitaciones o incluso diversos pisos o viviendas, Las clásicas corralas castellanas o los patios interiores de los edificios árabes serían el ejemplo más sencillo. Distribuidores comunales de servicios.

Este patio intermedio entre la calle y los interiores privados es de Malinas, una ciudad de Bélgica. Y siendo una mini plaza ya privada sí es necesario remarcar algunos detalles clásicos y muy interesantes. Por una parte la sensación de tranquilidad, de naturaleza verde. Por otra una cierta libertad y amplitud para poder dejar aparcadas las bicicletas que son su medio de transporte al trabajo. Y por último el detalle de poner en medio de esta mini plaza una obra de arte, al igual que los árabes ponen una fuente con agua manando y refrescando el espacio.

Valencia reduce la contaminación urbana del aire

Valencia ha convertido una de las zonas más contaminadas de la ciudad en un espacio con una contaminación muy baja. Es la plaza Tossal y sus alrededores en el centro de la ciudad de Valencia donde el ingeniero químico José Manuel Felisi lleva revisando el grado de contaminación en el aire y comparándolo con 300 puntos de la ciudad, para saber de qué forma se es posible incidir sobre la contaminación.

Esta zona es un trazado urbano muy antiguo, es el Barrio del Carmen de Valencia con calles estrechas y sinuosas, edificio altos para la anchura de la calle, donde el aire casi no entra para ventilar, sin zonas verdes suficientes, y donde la contaminación por concentración de dióxido de nitrógeno se concentraba en unos umbrales superiores a lo permitido. ¿Y qué se ha realizado? 

Pues algo tan sencillo como prohibir la circulación de coches que no sean de vecinos. José Manuel Felisi y su equipo forman parte de València per l'Aire, un colectivo integrado por 30 asociaciones ciudadanas y profesionales preocupados por la contaminación ambiental.

El cambio afecta a bastantes calles alrededor de la zona, contagiadas por el efecto de potenciar el uso de la bicicleta y del peatón, a cambio de suprimir el uso del coche al que se obliga a pasar por otras zonas de la ciudad, donde la limpieza del aire es mucho más sencilla por sus anchuras urbanas o por disponer de zonas verdes a su alrededor.

Potreros para jóvenes. Imprescindible su propio espacio

Los usos de las zonas verdes urbanas son múltiples en todas las ciudades. Esta imagen es de una ciudad europea y podría ser también de un parque de los EEUU. Una clásica cancha de suelo algo blando, unas canastas de baloncesto, unas porterías de fútbol sala, unas mesas de tenis o ping pong. Materiales duraderos, útiles, fuertes para su uso, una limpieza como en el resto del parque, iluminación y seguridad. Zona donde no se mezclan ni los juegos infantiles ni las zonas preparadas para los mayores. Cada segmento de edad requiere zonas separadas.

Estos clásicos “potreros” deportivos que deberían estar en todos los parques de barrio, pues ayudan a que el deporte sea más simple y a la convivencia entre vecinos jóvenes. Hay que dar alternativas al ocio de los jóvenes, posibilidades cerca de sus casas, para que ellos elijan libremente qué desean hacer. Son espacios que se pueden convertir en zonas de reuniones, de convivencia, de intercambio. 

Zonas libres en muchos casos de un control excesivo, para que sean utilizados los espacios con un grado de libertad suficiente. Pero no construidas tampoco en lugares ajenos al control exterior pasivo, pues entonces podrían convertirse en zonas exclusivas para “los más fuertes”.

Metros de zonas verdes por habitante

Las zonas verdes son la calidad gratuita de nuestras ciudades. Su importancia es clara, pues además de servir como zonas de ocio, tanto en verano como en invierno, son espacios urbanos y públicos que sirven para limpiar de contaminación las ciudades. Los metros de zonas verdes que cada ciudadano tiene en su localidad marcan claramente uno de los parámetros de calidad de vida.

Mientras que en las grandes ciudades de Andalucía la media es de unos 8 metros cuadrados por habitante, la media en España es de 15 metros por habitantes. Pero la media en la Europa de los 28 (todavía incluido el Reino Unido) es de unos 25 metros. Estamos peor.

Esta imagen es de uno de los muchos parques de la ciudad de Bruselas en Bélgica, ciudad donde sus vecinos cuentan con unos 40 metros cuadrados de zona verde por habitante. Tenemos desde España ciudades donde fijarnos a la hora de lograr que crezcan nuestras zonas verdes.