Me asombran esas ciudades que tiene una capacidad maravillosa para someterse a los ciudadanos, que saben ofrecer alternativas de usos cómodos y humanos a las necesidades lógicas de las personas. Esta imagen es del Central Park de New York, no es un montaje ni es algo raro y extraño. Uno de los parques más grandes del mundo está dedicado a las personas.
En Barcelona tenemos como ejemplo el de la Ciudadela o en Madrid el de Retiro. Parques que se han ido convirtiendo en zonas de esparcimiento natural como si fueran zonas “de campo” donde todo está permitido. Comer, jugar, dormir, incluso desnudarse como en algunas zonas verdes de Berlín.
Espacios donde se pueden hacer fiestas de grupos de amigos, de vecinos, de colegios. En New York hay parques donde se va con las barbacoas propias en carritos a comer los días festivos, haciendo carnes y juntándose con vecinos. Y nadie molesta a nadie, porque el grado de molestia es diferente al que a veces somos capaces de querer soportar en otros sitios. Yo hago humo, tú haces humo, él hace música.
Es posible pues, tener una ciudad enorme, como puede ser Berlín, Frankfurt o New York, donde los parques sean auténticas zonas de descanso en todas sus acepciones. No es posible ir al Pirineo, a los Alpes, a Niágara, pero se va al cercano parque de tu barrio o al central de tu ciudad, y disfrutar de forma natural de todo.
Incluido el paisaje, pues los parques tienden a ser paisajes. No son planos espacios verdes con bordillos y árboles. Son paisajes en relieve, con diversos niveles y zonas distintas, para crear ambientes lo más naturales posibles. Se acabó el clásico parque que más parece el diseño de un delineante que el de un urbanista gráfico y fotográfico.