Planificar y ordenar las ciudades es urbanismo, pero no siempre se logra desde la iniciativa pública. Y aquí es donde hay que trabajar más, en apoyar buenas ideas para que la iniciativa privada ponga su gran granito de arena hasta convertir a las ciudades donde toca con su varita, en ciudades más humanas. Es decir, estoy reconociendo que la iniciativa privada puede ser muy buena o incluso muy mala. Y en ese diferenciación es donde también tiene que actuar la iniciativa pública.
Estas dos imágenes son de una librería infantil de la ciudad eslovena de Liubliana. Justo al lado de la estación baja del funicular que sube al castillo. Un local que aúna varios conceptos sencillos pero muy eficaces. Decoración, variedad de sus elementos y sobre todo amabilidad de las personas que la atienden.
Podría ser cualquier otra ciudad del mundo, está aquí como ejemplo multicultural de lo que es un servicio privado que creado con buen gusto ayuda a que la ciudad sea más amable.
La estación del funicular es muy hermosa, y aunque está en un rincón amplio resulta muy escondido formando un túnel de una treintena de metros como poco donde la librería de la imagen ofrece un punto de color y de uso.
La estación del funicular es muy hermosa, y aunque está en un rincón amplio resulta muy escondido formando un túnel de una treintena de metros como poco donde la librería de la imagen ofrece un punto de color y de uso.
Su presencia evita (en cualquier punto del Planeta) la violencia idiota contra los mobiliarios urbanos, no en Eslovenia que es un país muy seguro, sino en muchas otras ciudades donde es necesario crear este tipo de “puntos de uso” para evitar la teoría de los cristales rotos. Que existan esos locales privados resuelve problemas públicos de uso y convivencia.