Hay grandes ciudades —aunque sean pequeñas— que conciben su principal zona verde como un museo de esculturas al aire libre siguiendo un discurso casi museístico. Lamentablemente, el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza ha sido más bien, almacén de monumentos y acomodo de diversos bustos y estatuas que no tenían cabida en otro lugar de la ciudad, como la Fuente de Neptuno, la conmemorativa de la Exposición Hispano-Francesa, o el Quiosco de la Música, incapaz hoy de ofrecer el uso de su fin originario por la contaminación acústica de de la zona donde se encuentra.
En el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza se levantó el Rincón de Goya, un gran espacio que seguía la propuesta del paisajista Xavier de Winthuysen de 1924, como ejemplo de lo que se puede y debe realizar en un gran parque, para darle un uso mayor que una zona de recreo pasivo. El edificio central es obra del arquitecto Fernando García Mercadal, que introdujo las entonces revolucionarias ideas racionalistas al Sur de los Pirineos. El proyecto (1926) es un hito de la arquitectura racionalista, siendo el primer edificio proyectado siguiendo las propuestas de Le Corbussier, fue ciertamente revolucionario, tanto formalmente (una propuesta racionalista cuando triunfaba el historicismo o el modernismo en Aragón), como conceptualmente (siendo precursor de las “casas de cultura” francesas). Frente a una escultura, el Rincón de Goya sería un museo dentro del Parque, una biblioteca y una sala de exposiciones consagradas al arte. Jamás lo fue.
El Rincón de Goya no ha sido ni entendido ni valorado nunca por Zaragoza. La prensa del momento llegó a afirmar que: “lo ideal es que el edificio desaparezca o se deje de ver entre la hojarasca del bosque”. Aún hoy, lejos de la concepción primigenia, alberga un colegio y sólo sería catalogado como Bien de Interés Cultural hasta el 23 de enero de 2003, más de 75 años después de construido.
En esa zona encontramos el “Monumento al Origen”, concebido para la orilla del Río Ebro, del que parecería emerger (pues carece de pedestal), la imagen de una mujer destinada a rememorar el pasado ibérico de la Ciudad. No fuimos capaces de encontrarle un sitio lógico en las orillas del río Ebro y hoy está erigido en el Rincón de Goya, fuera el entorno para el que fue concebido y en un lugar que nada tiene que ver con lo que representa, ni con la figura de Goya, ni con la concepción del conjunto arquitectónico que lo recuerda.
La obra, desconocida para buena parte de la ciudadanía, fue realizada en 1984 por distintos escultores de la Asociación Pablo Gargallo (Isabel Queralt, Gregorio Millas, Alberto Pagnussat, Pilar Pérez Subías, Fernanda Sanz Revilla,…), asociación que realizó diferentes obras urbanas a lo largo de los años ochenta. Una propuesta más de la ebullición cultural que en tantos aspectos vivió Zaragoza en los años ochenta del siglo pasado, hoy dormida como gran ciudad, aunque sea una ciudad grande.
Se trata de una escultura realizada en piedra de la Puebla de Albortón que representa una cabeza de mujer de formas ciclópeas que recuerda los modelos de las esculturas ibéricas, en especial la llamada “Dama de Elche”, de allí que también sea conocida como la “Dama Ibérica” o la “Dama de Zaragoza”. Porta las características ruedas que cubren las orejas, de origen jónico, que portaban las mujeres íberas, como atestigua Artemidoro de Éfeso y repite las facciones propias de las esculturas ibéricas, influidas por las primeras esculturas griegas.
Una escultura contemporánea de formas arcaizantes, que representa nuestro origen, y que yace desvalida y olvidada en un rincón de un parque. Toda una metáfora de lo que para la sociedad aragonesa es, a veces, su origen.
Jorge Marqueta Escuer.