No nos cabe duda alguna a los que trabajamos algo los comportamientos de la sociedad, que el comercio local o de proximidad, el comercio de barrio, lo está pasando muy mal si existe…, o ya ha cerrado de forma inevitable por sus pérdidas. Y lo que es más grave y demostrable. No se abren nuevos comercios locales o de proximidad en los barrios, y menos gerenciados por personas jóvenes del propio distrito. No hay pues recambio generacional…, en excesivo número de casos.
No encaja nada bien el proteccionismo al comercio necesario de mantener como elemento vital en barrios y la idea que va en aumento del libre comercio puro y duro. Dicen algunos teóricos que el mercado todo lo arregla con una mano invisible. Pero muchas veces lo resuelve destrozando, cerrando, por evolución hacia la rentabilidad pura y dura. Aunque hay otra rentabilidad que no se mide, que no queremos medir, y que no somos los vecinos de los barrios capaces de mimar con nuestras decisiones de consumo, y eso nos lleva a la desaparición de los comercios de pequeños y de proximidad.
Falta pedagogía, pues un comercio en un barrio es algo mucho más importante que un lugar donde se vende y donde solo el precio de los productos es lo que nos debe motivar para comprar o no comprar. Los barrios necesitan un tejido privado que nunca los poderes públicos pueden crear. Y lo necesitan para mucho más que para comprar y vender.
Los pequeños comerciantes del barrio desaparecen, y van quedando solo las grandes cadenas del mercado distribuidor, que se adaptan al tamaño que se puede convertir en rentable en cada zona de influencia. Un híper, un super o una tienda grande. Pero solo una. Y para ello han logrado cerrar 10, 20, 100 tiendas pequeñas. El consumidor puede seguir comprando pues a estas grandes superficies les gusta tu dinero como consumidor, pero a costa de un precio excesivo para la vida y seguridad pasiva del barrio. Sin tener en cuenta, de que cuando ya no tengan competencia pueden jugar a marcar precios y servicios.
Los barrios necesitan seguridad pasiva a costa de movimientos de las personas por todo él. No sirve para lo mismo un local de 4.000 metros en una esquina exterior del barrio. El bienestar del barrio se obtiene a costa del movimiento de los vecinos. Y si se cierran los comercios y tiendas clásicas del barrio, los bares o los espacios de intercambio, sabemos perfectamente qué sucederá.
Los ejemplos de los barrios en las grandes capitales europeas son clave. Veamos qué sucede en Londres como ejemplo sencillo de entender. Cuando no son los colectivos pakistaníes lo son los chinos los que se apoderan de todo el comercio local del barrio. Sin duda es mucho mejor que el cierre, pero es otra forma de entender el comercio de proximidad, pues emplean sus propias reglas comerciales, de horarios, de productos, de servicios.
La carencia de estos servicios y comercios de proximidad disminuye el tamaño de la vida comunitaria del barrio. Se consumen los productos y marcas que nos indican las grandes cadenas de distribución y a precios marcados por sus propios sistemas de distribución de compra y de venta. Los beneficios que les dejamos como consumidores no se quedan en “un” barrio, sino en ciudades muy alejadas de nosotros. Los impuestos locales están manipulados legalmente, y las sinergias entre barrio y comercio dejan de existir.
¿Solución? Sin duda debe ser nuestra, como consumidores, eligiendo con más inteligencia social dónde compramos; también suya como propietarios de los comercios que todavía sobreviven y que deben adaptarse a las nuevas tendencias comerciales; y de las instituciones locales que deben saber trabajar la discriminación positiva como elemento vertebrador de un territorio llamado barrio.