Es tiempo de finales de otoño y en algunas ciudades los ginkgo, esos árboles que se quedan amarillos vivos al llegar estas fechas, nos llenan las aceras de hojas muertas como abanicos pequeños que se han caído al suelo, pero vivos de color, mientras adornan las calles de un color muy especial.
Estos ejemplares están en Zaragoza, junto a la CaixaForum. Son unos pocos días los que nos dejan ese detalle de color especial. Por eso hay que aprovechar para saludarlos.
Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.
(Elena Martín Vivaldi: Ginkgo biloba, árbol milenario)