Estas imágenes son de Zaragoza, de un barrio con muchos años que se construyo en una zona casi industrial pero con criterios verdes, llenando sus calles de árboles que se han convertido en tremendas esculturas naturales. Algún día hablaremos del tipo de poda que deberían tener estos árboles, pero hoy voy a centrarme en la temperatura.
Zaragoza es una ciudad de inviernos y veranos, y conseguir que se controle aunque sea levemente las temperaturas desde junio a octubre es muy de agradecer.
Son árboles de hoja perenne lo que logra que en invierno el sol entre a la calle, y en verano se amortigüe su potencia.
En esos meses de calor no es mucha la diferencia de temperatura del interior de estas calles con una avenida dura y de asfalto, puede que entre 2 a 3 grados. Más que suficiente.
Por es que además, esa pequeña diferencia real se convierte entre 5 a 6 grados de sensación térmica pues no solo es la temperatura sino también la humedad relativa y la capacidad para encauzar los leves vientos que pueden llegar en temporadas de alto calor.
Cuando hablamos de una ciudad que durante cuatro meses es muy habitual moverse entre los 30 y 38 grados durante ocho horas cada día, conseguir rebajar por métodos naturales esas cifras es maravilloso.
Así que sí, las ciudad pueden y deben utilizar los recursos naturales para crear ciudades más amables, más sostenibles, de más calidad humana.
Estas calles están además llenas de comercios y bares con terraza, y lo están simplemente porque en los meses de mucho calor son las elegidas para salir de casa a pasear o a sentarse, pues por las asfixiantes no camina nadie.