Que una gran ciudad, de más de 700.000 habitantes, tenga sotos de ribera, caminos totalmente naturales por donde pasear escuchando a los pájaros cantar, y a 5 minutos de los grandes edificios o a media hora andando tranquilamente del centro urbano, es un lujo que también los dirigentes de las ciudades, pero sobre todo las Asociaciones de Vecinos, saben cuidar.
No es fácil en las grandes ciudades poder escapar del ruido urbano y perderse en la naturaleza. Esta imagen es de las orillas del río Gállego en Zaragoza, del soto natural que existe junto a su desembocadura. ¿Qué necesita para poderse conservar bien? Muy poco cuidado y coste, la verdad. Simplemente limpieza de vez en cuando, para que los residuos de su uso no se acumulen. Al ser una zona poco visitada por gentes que puedan acudir a destrozar —pues no les llama la atención— sigue resultando unos espacios tranquilos, donde simplemente vigilando la seguridad y la limpieza, nos sirve para lograr vergeles naturales y aleatorios en plena gran ciudad.
Limpieza y seguridad. Pero a cambio, el lujo de tener el campo natural de un soto de ribera a cinco minutos de tu propio hogar.