Los patios árabes siempre estaban encerrados en el centro de la vivienda, como un secreto de intimidad para uso familiar y de las amistades. Tras la salida de los árabes de España, sobre todo en Andalucía, se produjeron dos actuaciones urbanas aprovechando este lujo de tener un jardín privado dentro de la casa. Por una parte se abrieron ventanas a las calles o se pusieron puertas rectas, para que se viera el gozo de los patios desde el exterior.
Y por otra y tras algunas modificaciones en las calles —pues los árabes tenían la mala costumbre de ir tomando poco a poco espacios públicos de calle para hacerlos privados— quedaron al aire libre y a la vista de todos algunos jardines interiores modificados.
Y otros vecinos aprovecharon la buena idea de tener unos metros de terreno natural en tu propia vivienda, para crear edificios personales de baja altura con jardines en la trasera donde reencontrarse con la naturaleza, con las flores o incluso con un pequeño huerto. Este patio exterior que vemos como ejemplo es de Granada.