Esta imagen es un detector de ruidos, un “Pilar de la Tolerancia” instalado en una plaza de la ciudad alemana de Friburgo. Efectivamente podemos ver que algunos ya han demostrado su intolerancia contra la columna, intentando romperla. Tontos hay también en Alemania.
Está instalado en una plaza no muy grande del centro de la ciudad, en una zona residencial en la que han montado varios bares y cafeterías para controlar los ruidos. Su funcionamiento es muy sencillo. Por la noche ilumina la zona con luces verdes que se tornan rojas en cuanto se superan los 70 decibelios, una cifra que ya los vecinos consideran alta. Aunque el problema real no es el número que se programa para que cambie de color las luces de la plaza. El problema es el acoso que desde el primer día realizan los jóvenes contra la columna. Roturas, pintadas, pegatinas, incendios, líquidos contra la zona alta, etc. Pero también y cuando les da la real gana, aplausos y gritos hasta lograr que cambie de color de forma provocativa y como si de un juego se tratara. Es decir, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Sólo la presencia policial ha logrado mermar los ruidos que afectan a los vecinos.
La idea puede parecer buena, es sin duda cara, pero sobre todo en incapaz si no hay educación cívica para aceptarla y respetarla por todos.