Determinar por qué motivos hay violencia en las calles de las ciudades no es un asunto fácil ni cerrado. Debemos recurrir a la sociología y fijarnos en una serie de conceptos nada fáciles de detectar y de ampliar. No hay más seguridad porque haya más policías. Hay más seguridad porque hay menos personas que desean delinquir, que es muy diferente. Y porque hay más personas observando la calle desde la calle.
Aunque podamos pensar lo contrario, no hay más delitos en las calles de los barrios que en los centros de las ciudades, y eso depende además de por la expectativa del tamaño del éxito de los “malos”, por el vaciamiento de ciertas zonas del centro de las ciudades que sufren un decaimiento de su actividad como barrios o como pueblos cerrados y conocidos entre los habitantes.
En las calles de los barrios consolidados (casi) siempre hay personas por la calles. Personas conocidas mezcladas entre las personas desconocidas. Las personas expulsan a los delincuentes con su simple presencia pasiva. Incluso los vecinos que están asomados a las ventanas, que se conocen y se miran o se paran a conversar con otros, dan sensación de que se conocen con todos, y sin darse cuenta ahuyentan a los “malos”. Incluso los “malos” viven en barrios donde no quieren inseguridad, donde participan de su seguridad pasiva.
Para ello los comercios de proximidad, las tiendas de barrio, los bares y los servicios públicos abiertos, incluso los bancos para descansar, ayudan y mucho a esa seguridad pasiva muy efectiva. El delincuente quiere realizar su labor y no tener problemas…, y no ser visto y señalado. El malo quiere seguir siendo malo…, mañana otra vez.
La seguridad pasiva de las calles principales de los barrios con comercios, se extiende a las calles secundarias, pues en caso de huir tienen que pasar por las calles principales. Y el malo si tiene que elegir zonas, siempre elige sobre la que pueda huir con facilidad.
La limpieza y la sensación de cuidado, ayuda y mucho a que las calles estén seguras. La teoría de “las ventanas rotas” explica desde hace décadas este proceso. Nunca hay que permitir que en un barrio haya pintadas descontroladas, ventanas rotas, edificios con sensación de abandono, zonas con basuras, pues éstas atraen sin dudar a los delincuentes, que se creen que aquellos espacios no tienen quien los cuide. Creen que nadie los observa.
Cuando en los barrios falla el sistema pasivo de seguridad, basado en las personas sobre la calle, se tiene que recurrir —hasta que inventemos otra cosa— a las cámaras de seguridad por las calles. En algunas ciudades del Reino Unido resultan sorprendentes por su número, incluidas dentro de los servicios públicos como en los autobuses urbanos, donde hay hasta tres cámaras en diferentes puntos dentro de cada uno de ellos.
Lo más eficaz para estar seguro es sentirse seguro. Estar en la calle y pasear, creen en el saludo a los vecinos y comprar en tu propio barrio para crear tejido social. A veces tener un determinado local comercial o de ocio, representa un seguro contra la delincuencia, por el gran número de personas forasteras que atrae, aunque la sensación de los vecinos sea otra bien distinta.